lunes, 11 de marzo de 2024

BREVE HISTORIA DEL VINO CORDOBÉS (2/3)

RECUPERACIÓN, AUGE Y CAÍDA DEL VINO CORDOBÉS          

(tiempo de lectura:10/12 minutos)

Monumento al inmigrante friulano (Colonia Caroya)
www.cordoba.italiani.it

Si aún no leyeron la primera parte, les sugiero empezar por aca...

Deberá pasar más de un siglo, con todas las dificultades relacionados a la independencia y reunificación del país ya mencionados en el apartado anterior, hasta que en 1878 una fuerte oleada migratoria de origen italiano –friulanos principalmente– se instalan nuevamente en la zona, rescatando del olvido las viejas plantaciones y aportando los nuevos conocimientos y maquinarias llegadas desde Europa. Este primer contingente de inmigrantes, traído al país por gestiones del entonces presidente Nicolás Avellaneda, funda la actual localidad de Colonia Caroya (inicialmente designada como Colonia San Martín). A pesar de las duras condiciones ambientales y sociales que debieron enfrentar los recién llegados, el naciente asentamiento rápidamente se convierte en una pujante colonia agrícola. 

Tan arraigada estuvo la actividad vitívinicola desde sus orígenes, que al crear el escudo de la ciudad se incluyó una hoja de vid en una de su particiones principales (Toniolo y Zurita, 2014). Registros antiguos rubrican que para 1880 ya habían sido implantadas 9.000 vides, siendo cerca de 100.000 siete años después; en 1895 ya se contabilizaban 1.440.000 plantas y unos 3600 cascos de vino (Ezcurra, 2012). Comienza así un ciclo de gran desarrollo y prosperidad para la zona, que durará hasta bien entrados los años 70´ del siglo XX.

En esta época también se implantan viduños en las Estancias El Carrizal y Finca El Rodeo (ambas en Traslasierra), aprovechando un clima benigno para la producción de vinos. Según pesquisas de Nicolás Jascalevich -emprendedor pionero en la recuperación vitivinícola de Traslasierra-, “para finales del siglo XIX la Estancia el Carrizal tenía registradas unas 200 hectáreas de viñedos, además de instalaciones suficientes para vinificar la totalidad de su producción” (comunicación personal, 12 de octubre de 2021).

Una de las primeras demostraciones del espíritu emprendedor y de cooperación mutua que aglomeraba a los viticultores inmigrantes afincados en Colonia Caroya  se puede ver durante el año 1902 con la construcción del Canal Huergo, una obra de riego de enorme envergadura para la época. “La obra se financió con la contribución colectiva de los habitantes de Colonia Caroya, que no solamente aportaron su mano de obra sin cobrar sino también contribuyeron con los materiales de construcción”. Se trata de un acueducto subterráneo de 1,6 kilómetros, que capta agua de vertientes subterráneas y la conduce por gravedad hasta los canales de riego dispuestos a través de las fincas, con un rendimiento estimado en 250 litros/segundo. “Hoy todos los viñedos de la localidad siguen siendo regados por esta obra, hecha de manera comunitaria a pico y pala” (Papalini, 2013:98).

Bodega La Caroyense (Colonia Caroya)
www.bodegalacaroyense.com.ar

En los albores del nuevo siglo se organizan las primeras bodegas industriales en Colonia Caroya y alrededores, algunas de las cuales aún llegan activas hasta nuestros días. El enólogo Gabriel Campana, cuarta generación de una de las primeras familias bodegueras caroyenses y activo defensor de la historia y la vitivinicultura local, rememora esos primeros años. “Si no me equivoco, la más antigua fue la bodega La Caprivana, que estaba en Tronco Pozo y pertenecía a la familia Grión (fundada en la primera década del siglo, hoy desaparecida)”. También en la zona “estaba la bodega de Juan Lóndero (registrada en 1914, hoy ya no existe como tal, aunque sus descendientes siguen haciendo vino casero)”; luego vendrán “Bodegas Campana (fundada en 1926, cerrada en 2006), Bodega Nannini (fundada en 1928, hoy reconvertida en Bodega Terra Camiare) y La Caroyense Cooperativa Vini-frutícola Agrícola General Ltda. (fundada en 1930, aún funcionando en la actualidad aunque con otra forma societaria)”. Las dos décadas posteriores verán nacer “otros proyectos de menor envergadura como Bodega El Peral, Bodega Inti Huasi, Bodega Nadaya, Bodega Nicolodi y Bodega Silvestri, que en la actualidad están cerradas o reconvertidas en otros negocios como hoteles o salones de fiestas” (Gabriel Campana, comunicación personal, 12 de febrero de 2021). Según el memorioso enólogo Santiago Lauret, las dos bodegas pretéritas de la zona fueron Bodega Rossi (1898) y Bodega Giacomo Lauret (1901), incluso antes que La Caprivana mencionada más arriba (comunicación personal, 12 de marzo de 2024).

En simultáneo, aunque en una escala algo menor, la vitivinicultura también se desarrolló en el Valle de Traslasierra. La Bodega Sierras de Córdoba nace con el siglo en Villa Dolores, para procesar toda la uva de la zona. Esta bodega pertenecía a una familia bodeguera de Mendoza, que también tenía inversiones vitivinicolas en aquella provincia. En su mejor momento histórico -años 60`/70`- la Bodega Sierras de Córdoba ocupaba casi dos manzanas, registraba 500 hectáreas con vides y más de 2.000.000 de litros de vino producido. Desafortunadamente, la caida en el consumo de vinos hizo que cerrara definitivamente sus puertas en la década del 90` (Nicolás Jascalevich, comunicación personal, 12 de octubre de 2021). En la actualidad, el viejo edificio -que estuvo abandonado y fue saquedao durante casi 30 años- ha sido recuperado por el municipio local para convertirlo en la nueva terminal de omnibus.

De todas las bodegas fundadas en el siglo XX en Colonia Caroya, será Cooperativa La Caroyense Ltda. quién escriba una historia más fecunda, siendo uno de los motores centrales del progreso de la localidad durante casi 70 años (y aún lo sigue siendo hoy, aunque con otra realidad y en una escala menor). El acta fundacional del proyecto se firma el 18 de noviembre de 1930, por iniciativa de un grupo de 49 colonos fuertemente impregnados por el espíritu cooperativista floreciente en la Italia decimonónica (Ezcurra, 2012; Gargiulo, 2017). Formaliza su primera producción en la cosecha de 1931, con una molienda que apenas llega a los 243.504 kilogramos (pues muchos de los socios originalmente comprometidos en el proyecto finalmente no entregan la uva por desconfianza). A pesar de ello, quienes siguen creyendo en el proyecto compran un lote y comienzan la construcción de la bodega, un proyecto colosal para su época que se completa –con medios tecnológicos insuficientes, más bien a base de esfuerzo físico y tesón emprendedor– en algo menos de un año. 

Los habitantes de la localidad miraban con cierta aprensión a este grupo de tenaces inmigrantes. Ezcurra (2012) menciona que “eran más los que consideraba locos a esos gringos que luchaban por un sueño imposible. Recomendaban no prestarles o facilitarles algo, por insignificante que fuera, ya que evidenciaban que acometían algo nunca lograble”. A pesar de todas las adversidades, y luego de haber interrumpido la obra para realizar su segunda vendimia, la construcción se inaugura oficialmente el 5 de mayo de 1932. “La ambiciosa obra, con una fachada que recuerda a una muy querida catedral del Fruli, el Doumo de Údine, había sido encargado al ingeniero Italo Vigliano”. La misma deja translucir la añoranza de los inmigrantes por su tierra, además “no es de extrañar que quisieran ver en la fachada de su bodega un templo, debido a su fuerte espíritu religioso” (pag. 33-35).

“En Colonia Caroya, las fiestas tradicionales referidas al vino muestran la entrañable relación que existe entre la comunidad y este noble producto agrícola”. Desde el año 1939, cada primer fin de semana de marzo se celebra en la localidad la Fiesta Provincial de la Vendimia (siendo una de las más antiguas del país, sólo detrás de la de Mendoza, que nació en 1936). “Un día después de la Vendimia se realiza también la Fiesta de la Sagra [cosecha], una fiesta que tiene un origen religioso y que el pueblo caroyense conserva como una de sus máximas expresiones” (Papalini, 2013:47).

Ni la sanción de injusta Ley 12.137/34 (firmada por el presidente Agustín P. Justo para desalentar la producción vitivinícola fuera de Cuyo), ni las enormes adversidades climáticas y plagas que azotaron la región en la década del 40´ lograron doblegar el espíritu de progreso y superación de los colonos; por lo que la vitivinicultura se mantuvo activa en nuestra provincia, apoyada en los altos niveles de consumo de vino registrados en el período 1940-1970 (Ezcurra, 2012; Lacoste, 2019).

La Caroyense Cooperativa Ltda. sigue adelante a pesar de las dificultades. Para el año 1939 ya eran más de 100 los socios activos de la bodega. Ese mismo año se resuelve comprar, refaccionar y anexar una bodega en Chilecito (La Rioja), para acrecentar la producción y llevar el espíritu cooperativista hacia otras provincias. Para el año 1950 ya se contaban en 750 los socios, que se convertirán en 1000 llegado 1960 (lo que la convierte en ese momento en la segunda bodega cooperativa más importante del país). Las ampliaciones y el re-equipamiento de ambas bodegas no se detienen, buscando siempre maximizar la producción y mantener actualizados los procesos productivos. Era de tal magnitud la importancia de esta institución para la vida de la comunidad que solía escucharse “si la Cooperativa iba bien, sus trabajadores, sus socios y el almacén; todo iba bien. En cosecha linda [Colonia Caroya] era una fiesta” (citado en Peresini, 2015:30). 

A comienzos del año 1970 se contaba con 1300 socios activos. La superficie implantada con vides en Colonia Caroya ya superaba las 1100 hectáreas y según las previsiones “se estimaba vinificar entre 30 y 35 millones de kilogramos de uva” entre ambas bodegas, lo que posicionaba a La Caroyense Cooperativa Vitivinícola de Córdoba y La Rioja Ltda. como una de las 10 bodegas más importantes del país, aportando el 1% del total de la producción nacional. En el año 1974 se registran 1400 socios, siendo el número más alto en la historia de la bodega (Ezcurra, 2012).

Ruinas de la vieja Bodega Sierras de Córdoba (Villa Dolores)
www.villadolores.gov.ar

En Traslasierra la actividad vitivinícola también se desarrolló sin mayores sobresaltos hasta mediados de los años 70, aprovechando sus cosechas regulares y abundantes (gracias al clima moderado) y la ingente demanda de vino de la época. Sin embargo, los cambios producidos en la legislación vitivinícola de la época, la inestable situación política del país –complicada aún más por el golpe militar de 1976– y el complejo escenario económico derivado del ciclo inflacionario arrastrado desde 1971, comenzaron a marcar el declive de la producción en la zona, que -como ya se mencionó anteriormente- terminará por desaparecer a principios de los años 90’.

Como si el contexto no fuera suficientemente complicado, el destino le tenía guardado otro infortunio extra a Colonia Caroya. En las cosechas de 1975-1976 se suceden las granizadas más devastadoras de las que se tiene registro en la zona. Estas destruyen casi el 80% de los viñedos, además de la producción fruti-hortícola y ganadera, arrasando con los sueños y el trabajo de la mayoría de los agricultores locales. Comienza un período sombrío para la economía caroyense –atada casi exclusivamente a la actividad agroindustrial–, que insumirá casi 20 años para su recuperación (Santiago Lauret, comunicación personal, 26 de septiembre de 2016).

El productor rural Gerardo Panontini -cuarta generación de viticultores caroyenses- señala que a los violentos fenómenos meteorológicos ya citados habría que sumarle varios factores: alteraciones en los ciclos climáticos históricos, viñedos envejecidos cultivados con variedades poco demandadas, éxodo de la mano de obra agrícola hacia las nacientes industrias instaladas durante los años 90´ en la región (Arcor, Guma, Eveready, grandes frigoríficos) y otras complejas situaciones coyunturales del país; todas actuaron concomitantemente para retraer a mínimos históricos la producción vitivinícola de Colonia Caroya durante los últimos dos decenios del siglo XX (comunicación personal, 12 de marzo de 2022).

Debido a la escasa producción durante ese período, los productores agrícolas de Chilecito deciden escindirse de La Caroyense Cooperativa Ltda. durante el año 1989, dando origen a la Bodega La Riojana Cooperativa Vitivinifrutícola de La Rioja Ltda. –que hoy sigue funcionando y es la segunda cooperativa vitivinícola más importante del país– (Peresini, 2015).

Promediando la década del 90´, un grupo de jóvenes productores de la zona –descendientes directos de los primeros colonos friulanos– apoyados por el municipio y Bodega La Caroyense Cooperativa Ltda., emprenden un proceso de reconversión vitivinícola. Entendiendo que las demandas del mercado estaban virando irremisiblemente desde la cantidad hacia la calidad, comienzan a plantar nuevas variedades europeas, buscando mejorar el perfil de los vinos caroyenses. En el bienio 1996-1997, por un acuerdo logrado con un importante vivero italiano, viajan algunos técnicos para capacitarse y a su regreso traen más de 60.000 plantas que se reparten entre los productores participantes. Si bien este ambicioso proyecto no alcanza a completarse en su totalidad, colabora para cambiar la mentalidad productiva de la zona, lo que será fundamental para enfrentar los nuevos desafíos que se avecinaban (Santiago Lauret, comunicación personal, 26 de septiembre de 2016).

En ese mismo período Bodega La Caroyense Cooperativa Ltda. experimenta graves problemas financieros, que se añaden a la merma en la producción ya señalada y la obligan a contraerse bruscamente (jubilando anticipadamente a los empleados, vendiendo activos, acotando los volúmenes producidos). Aún con todo esto, la bodega se endeuda a niveles muy altos para tratar de sostener a socios y empleados, pero finalmente debe cerrar sus puertas en el año 1999 (siendo su última elaboración de apenas 10.000 kg de uva, una cantidad casi simbólica para un proyecto que había llegado a moler 14.000.000 de kg en sus épocas de esplendor). La bodega se presenta en quiebra en el año 2000 y las propiedades remanentes son rematadas judicialmente (Peresini, 2015).         

Referencias Bibliográficas:

Ezcurra, Pedro (2012), “La Caroyense, sus hombres y sus tiempos. Bodega histórica” (Primera parte), Editorial Dunken (Buenos Aires, Argentina). ISBN 9789870256656

Gargiulo, Julieta Blanca (2017), “Tras las huellas de Italia en América: crónicas, lugares y personajes en torno a la cultura del vino” (1° edición), Edición Independiente (Mendoza, Argentina). ISBN: 9789874252135

- Pappalini, Esteban Daniel (2013), “Vinos de Córdoba: el terruño jesuita”, Editorial Raíz de Dos S.A. – Nuevos Editores (Córoba, Argentina). ISBN: 9789872889043

          - Peresini, A. (2015), “El impacto del cierre de una empresa cooperativa en sus trabajadores” [Trabajo final de grado]. Fac. de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina). Memoria Académica. Recuperado: https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1130/te.1130.pdf

       - Toniolo, María Teresa y Zurita, María Elisa (2014), “El Vino, Bebida Nacional de los Argentinos. Estudio Léxico de Especialidad”, en XVII Congreso Internacional Asociación de Lingüística y Filología de América Latina (ALFAL 2014) pp. 2497-2516. Recuperado de: http://www.mundoalfal.org/CDAnaisXVII/trabalhos/R0262-2.pdf

Continuará...

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