Para esta primera decena de frases relativas al vino, elegí
un hermoso poema de Armando Tejada Gómez, publicado originalmente en el libro “Canto
Popular de las Comidas”.
Un libro imprescindible para
quienes amen la gastronomía y el vino. Fue publicado en 1974 y ha tenido pocas
re-impresiones, así que cuesta encontrarlo. Sin embargo, la enorme belleza
de sus textos merece el esfuerzo de la búsqueda en viejos anticuario o
mercaderes de libros usados.
1
Con la sombra del año, con el tiempo
que envejece al otoño en la madera,
madura al rojo el corazón del vino
fraguado en
calendarios de paciencia.
La ciencia milenaria de su alquimia
no admite sino el cálculo del clima
cuando el mosto recobra el movimiento
y en su
fermentación hierve la vida.
Enmelada de abejas va la tarde,
fundándole regiones de dulzura,
como una jubilosa flor del aire
dormida en el
vivero de la espuma.
El vino va del verde a lo morado,
tornasol de la rosa, transparencia
donde la luz es sólida un instante
y el aroma un
lugar de residencia.
El hombre sabe a vino. El vino a hombre.
Es un secreto a voces el misterio.
Desde lo más remoto vienen juntos
rompiendo las
ventanas del silencio.
La memoria del vino, es la memoria
del labrador de pámpanos y estrellas
que un día, ya de pie, mató al olvido
y se vino a
zancadas por la tierra.
El antiguo pastor de las edades
guardó los cereales, la herramienta,
llevó la vid con él sobre los siglos
para ver
regresar la primavera.
2
inalterables formas y apellidos,
el Pinot gris de los atardeceres,
el Borgoña
nocturno, el Medoc sísmico,
ese trago de
Riesling luminoso
que llena la
alegría de estampidos
o el Cabernet de umbrías soledades
que aturde el corazón como un gemido.
En la mesa solar del medio día
el Lambrusco del año parpadea
y queda demorado, propiciando
el entresueño de
la sobremesa.
A veces llega con el gusto verde
al ruidoso fragor de las tabernas,
a las celebridades tumultuosas
y enciende las
hogueras de la fiesta.
El vino tiene un orden. Él conduce
los infinitos duendes de la vida:
con carnes, tinto, con mariscos, blanco.
Es el otro sabor de las comidas.
Y cuando llueve el corazón y el año
y arde la leña trémula del día,
el vino,
compañero y solidario
moja el sollozo
y la melancolía.
3
sale con la navaja del lucro, simulado,
destituido del sol de su nobleza
a maniatar los
pobres inermes de los barrios.
Corrompe la alegría en los ruines boliches
donde violan su estirpe las tinturas y el agua
para estragar al hombre del jornal y enturbiarle
la raída
inocencia que padece su canto.
Sale del vino un puño. Sale un grito. Le sale
la mala luz del odio, la artera puñalada.
Amanece en las celdas donde orina el desprecio
y llora
roncamente su lágrima de espanto.
El vino mata al vino en la casa del pobre:
entra el domingo y salen las mujeres llorando.
Los niños desnutridos bostezan el asombro
y desde las
tinieblas, solloza el desamparo.
Yo lo he visto en el monte, violento como un hacha,
beberse la quincena y amanecer vinagre.
Me ha dolido en las carpas de los cosechadores
y en los rudos
obrajes forestales del hambre.
De noche, en las tabernas de los puertos del mundo,
canta las afonías de los coros canallas.
Prostituido en la risa de la mujer caída
al hondo
pudridero del sexo desterrado.
Ahí anda en cueros, lúbrico y a mitad de camino
del animal y el
hombre, aullando, en cuatro patas,
etílico y
sombrío, triste macho cabrío
cavando hacia lo
oscuro la condición humana.
Hay que cuidar al vino usurero abstemio
que castra en
las bodegas su magia milenaria
que, como un
dios remoto, libera la alegría
en lo que el
hombre tiene de campanario y pájaro.
Hay que salvar al vino de los brujos metálicos
que humillan y adulteran su índole de sangre,
para que vuelva
puro a la mesa del hombre
y le llene la
casa de júbilo fragante.
Armando Tejada Gómez: Poeta, letrista, escritor y locutor argentino (1929-1992)
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