martes, 12 de marzo de 2024

BREVE HISTORIA DEL VINO CORDOBÉS (3/3)

PRESENTE Y FUTURO DEL VINO CORDOBÉS

(tiempo de lectura: 8/10 minutos)

Si aún no leyeron las primeras dos partes, les sugiero empezar por acáluego por acá...

Enoturismo en Córdoba
www.cordobaturismo.gov.ar

Con la derogación de la infame Ley 12.137/34 en el año 1998, se libera nuevamente la plantación de viñedos en el país. Esto trae nuevos aires para la producción vitivinícola de nuestra provincia, dando inicio a una etapa de próspero crecimiento. Las primeras décadas del nuevo siglo verán nacer más de una veintena de nuevos proyectos y mostrarán la notable evolución cualitativa de los vinos cordobeses, que según el prestigioso enólogo local Gabriel Campana "tienen mucho para crecer, aún hoy no han llegado a su techo" (comunicación personal, 12 de febrero de 2021).

En ese mismo año se instala en Ischilín (noroeste provincial) el matrimonio de Héctor León Jairala y Beatriz Oller, quienes comienzan con el sueño del vino propio. Asientan las primeras vides y comienzan con el armado de la bodega, que será inaugurada en la cosecha del 2007. El proyecto sigue creciendo hasta nuestros días, donde cuentan con 10 hectáreas de viñedo, además de la bodega y champañera (datos extraídos de la página: https://jairalaoller.com.ar).

El primer quinquenio del siglo XXI evidencia el resurgimiento de la industria del vino en toda la provincia. En el año 2000, una sociedad privada liderada por el productor ganadero local Carlos Tay hace una esforzada inversión económica para adquirir, re-equipar y modernizar la emblemática bodega cooperativa de Colonia Caroya, que adopta entonces el nombre de La Caroyense S.A. Los nuevos propietarios mantienen al frente del proyecto al experimentado enólogo Santiago Lauret, quién venía desempeñándose allí desde 1973 (Ezcurra, 2012). Al año siguiente comienza la producción, aunque en esa cosecha resulta pequeña pues muchos de los exsocios de la histórica cooperativa estaban recelosos de entregar la uva. Con el paso de las vendimias se fue recuperando la confianza, llegando hasta la actualidad donde más de 50 viñateros locales entregan su materia prima todos los otoños. Hoy esta bodega procesa más de la mitad de la uva de la provincia, además de recibir una importante cantidad de enoturistas (Santiago Lauret, comunicación personal, 26 de septiembre de 2016).

En la primavera del año 2002 el Lic. en Alimentos Nicolás Jascalevich implanta su primer viñedo en San Javier (Traslasierra), convirtiéndose así en pionero de esta nueva etapa y recuperando una tradición que se había perdido un par de década atrás. Realiza su primera cosecha en 2008, terminando las instalaciones de la Bodega San Javier al año siguiente (desde su inauguración, la misma está abierta al turismo del vino). Desde entonces, elabora todos los años de manera ininterrumpida hasta nuestros días, siendo el referente absoluto en la región (comunicación personal, 12 de octubre de 2021). 

Al año siguiente la familia Astesano instala un pequeño viñedo en el paraje Atos Pampa, siendo el primero en la historia del Valle de Calamuchita (una región de cautivante belleza, pero sin ningún antecedente de producción vitivinícola). En 2004 el empresario cordobés Juan Navarro comienza en las cercanías de Villa Berna con el ambicioso proyecto de Estancia Las Cañitas Bodegas & Viñedos, donde establece el segundo viñedo de la zona y construye una bodega moderna y bien equipada (también construye un complejo de cabañas de lujo, que son arrasadas por un tornado algunos años después). En la actualidad ambos proyectos siguen adelante, gestionando la producción de vino en paralelo con la actividad enoturística (datos extraídos de las páginas: https://www.fincaatos.com y https://www.bodegalascanitas.com.ar).

Tambien en el año 2004 se instala en la localidad transerrana de Las Tapias el sueco Klas Hellerstrom, quien planta olivares -y luego vides en 2008- dando origen a la pequeña Bodega Finca Las Breas. Para  la misma época, la familia Amorelli se establece con un pequeño viñedo en el paraje Los Molles de Villa Las Rosas, de donde salen los vinos caseros San Ramom.

Casi en simultaneo, varios pequeños viñateros caroyenses -hijos y nietos de los primeros colonos- se afanan en recuperar la tradición familiar de los vinos caseros/artesanos. Desafortunadamente, estos esfuerzos no obtienen los resultados deseados y la mayoría son discontinuados. Sólo sobreviven hasta el presente cuatro productores caseros: Di Candi, Don Fabio, Finca Rosel y Ruben Pons.

El crítico británico Tim Atkin se sorprendió al conocer la vitivinicultura cordobesa
www.prensa.cba.gov.ar

La segunda década de nuestro siglo se muestra pródiga en emprendimientos vitivinícolas. Se emplazan varios proyectos de diferente magnitud en el Valle de Calamuchita (Bodega Famiglia Furfaro, Finca Vista Grande, Bodega Rio del Medio, Finca Las Acacias, Bodega Alma Minera -con una sorprendente viña plantada sobre un suelo remediado de una mina de fluorita-, Viñedo Juan Urbana, Viñedo Pu-duam y Espumosos Sineres). En Colonia Caroya inaugura la Bodega Terra Camiare –construida sobre la estructura de la antigua bodega Nanini– que establece además un viñedo modelo en Quilino. El Valle de Traslasierra recibe también varias inversiones de distinta escala (Bodega La Matilde, Achala Bodega Exótica, Hotel & Bodega Araoz de Lamadrid, Bodega Viarago, Finca El Boleado, Finca La Loma, Vino Casero Las Conanas y Vino Casero Sierra y Monte). 

En el año 2009 se instala la Bodega del Gredal en San Pedro Norte; conjuntamente se implantan tres pequeños viñedos experimentales en Valle de Punilla (lamentablemente hoy solamente quedan dos, pues uno de ellos fue arrasado por un incendio forestal en el año 2020). Al mismo tiempo, se plantan otros dos proyectos más en el Valle de Paravachasca llamados Finca Santa Mónica y Finca La Granja, que recientemente han entrado en producción y seguramente pronto mostrarán sus primeras etiquetas en el mercado.

Finalmente, en el último quinquenio se han instalando noveles viñedos en Villa de Soto y Las Playas (Noroeste), San Javier (Traslasierra), Capilla del Monte (Punilla), Villa Ciudad Parque, Villa Yacanto, Los Reartes y Arroyo San Antonio (Calamuchita), que en algunos años más tendrán sus primeros vinos comerciales.

Como se desprende del recuento de bodegas hecho en los párrafos anteriores, está muy claro que el interés por la vitivinicultura están en plena efervescencia en nuestra región. Sin embargo, en números duros, la producción de vinos cordobeses viene cayendo sensiblemente en la última decáda. Por el contrario, es sorprendente como la actividad enoturística florece en todos los valles del territorio provincial, con números considerablemente superiores a los valores pre-pandemia. Esto ayuda a las bodegas a sostenerse, en un contexto económico extremadamente dificil y con un marcado descenso en el consumo de vinos.

A pesar del crecimiento que está experimentando la actividad a nivel general, particularmente dentro de los Valle de Calamuchita y Traslasierra, hay que decir que las zonas más tradicionales de la provincia están viendo mermada significativamente su participación. Así, desde hace unos diez años la producción vitivinícola en Colonia Caroya se viene retrayendo a gran velocidad, golpeada por factores económicos y ambientales. Entre los segundos, preocupa enormemente el efecto nocivo asociado al uso extendido de plaguicidas hormonales en los cultivos intensivos circundantes (básicamente de soja y maíz), cuya deriva en la aplicación –por acción del material particulado que transporta el viento y las lluvias– termina impactando sobre el ciclo fenológico de la vid, con la consiguiente debilitación de la planta y mermas en el rendimiento productivo del orden del 35-50%. Los viticultores caroyenses han alertado y reclamado ayuda oficial en numerosas oportunidades frente a las autoridades municipales y provinciales responsables del tema –apelando a la plena vigencia de las Leyes Provinciales Nº 8820 y Nº 9164, el Decreto Reglamentario Nº 132/05 y la Resolución del Min. de Agricultura y Ganadería Nº 112/16– pero aún no han obtenido respuestas. Esto hace que sea cada vez menos viable la subsistencia de los viñedos en la zona (Santiago Lauret, comunicación personal, 12 de febrero de 2022). Los otros valles de la provincia también sufren este inconveniente, pero su impacto en la producción de vinos es significativamente menor. Con la retracción de las viñas de Colonia Caroya se pierde además la riqueza genética de la uva Isabella (Frambua o Chinche), un cepaje patrimonial y diferenciador de la región, que no se cultiva a nivel comercial en ninguna otra región del país.

Aportando algunos datos numéricos, las estadísticas oficiales informan que Córdoba tiene hoy implantadas 244 hectáreas de vid –repartidas en 108 viñedos–, lo que representa el 0,12% de la superficie implantada en el país. De este total, 228,4 ha son uvas dedicadas a la elaboración de vinos, mientras que las restantes 15, 6 ha son uvas para consumo en fresco. En cuanto a la producción, la última vendimia en la provincia permitió cosechar 480900 kilogramos de uvas, con los que se elaboraron 436700 litros de vino, lo que representa el 0,05% de la producción nacional  (INV, 2023). 

Algo interesante para agregar es que la totalidad de las bodegas de la provincia están preparadas para recibir turistas. Según el Observatorio Vitivinícola Argentino, hoy la provincia de Córdoba es el tercer macro-destino nacional en atractividad enoturísica, despues de Mendoza y Salta (OVA, 2022)

¿Que nos deparará el futuro? ¡Nos toca construirlo a nosotros!

"El futuro pertenece a queines creen en la belleza de sus sueños" (Eleanor Roosevelt).

FIN



lunes, 11 de marzo de 2024

BREVE HISTORIA DEL VINO CORDOBÉS (2/3)

RECUPERACIÓN, AUGE Y CAÍDA DEL VINO CORDOBÉS          

(tiempo de lectura:10/12 minutos)

Monumento al inmigrante friulano (Colonia Caroya)
www.cordoba.italiani.it

Si aún no leyeron la primera parte, les sugiero empezar por aca...

Deberá pasar más de un siglo, con todas las dificultades relacionados a la independencia y reunificación del país ya mencionados en el apartado anterior, hasta que en 1878 una fuerte oleada migratoria de origen italiano –friulanos principalmente– se instalan nuevamente en la zona, rescatando del olvido las viejas plantaciones y aportando los nuevos conocimientos y maquinarias llegadas desde Europa. Este primer contingente de inmigrantes, traído al país por gestiones del entonces presidente Nicolás Avellaneda, funda la actual localidad de Colonia Caroya (inicialmente designada como Colonia San Martín). A pesar de las duras condiciones ambientales y sociales que debieron enfrentar los recién llegados, el naciente asentamiento rápidamente se convierte en una pujante colonia agrícola. 

Tan arraigada estuvo la actividad vitívinicola desde sus orígenes, que al crear el escudo de la ciudad se incluyó una hoja de vid en una de su particiones principales (Toniolo y Zurita, 2014). Registros antiguos rubrican que para 1880 ya habían sido implantadas 9.000 vides, siendo cerca de 100.000 siete años después; en 1895 ya se contabilizaban 1.440.000 plantas y unos 3600 cascos de vino (Ezcurra, 2012). Comienza así un ciclo de gran desarrollo y prosperidad para la zona, que durará hasta bien entrados los años 70´ del siglo XX.

En esta época también se implantan viduños en las Estancias El Carrizal y Finca El Rodeo (ambas en Traslasierra), aprovechando un clima benigno para la producción de vinos. Según pesquisas de Nicolás Jascalevich -emprendedor pionero en la recuperación vitivinícola de Traslasierra-, “para finales del siglo XIX la Estancia el Carrizal tenía registradas unas 200 hectáreas de viñedos, además de instalaciones suficientes para vinificar la totalidad de su producción” (comunicación personal, 12 de octubre de 2021).

Una de las primeras demostraciones del espíritu emprendedor y de cooperación mutua que aglomeraba a los viticultores inmigrantes afincados en Colonia Caroya  se puede ver durante el año 1902 con la construcción del Canal Huergo, una obra de riego de enorme envergadura para la época. “La obra se financió con la contribución colectiva de los habitantes de Colonia Caroya, que no solamente aportaron su mano de obra sin cobrar sino también contribuyeron con los materiales de construcción”. Se trata de un acueducto subterráneo de 1,6 kilómetros, que capta agua de vertientes subterráneas y la conduce por gravedad hasta los canales de riego dispuestos a través de las fincas, con un rendimiento estimado en 250 litros/segundo. “Hoy todos los viñedos de la localidad siguen siendo regados por esta obra, hecha de manera comunitaria a pico y pala” (Papalini, 2013:98).

Bodega La Caroyense (Colonia Caroya)
www.bodegalacaroyense.com.ar

En los albores del nuevo siglo se organizan las primeras bodegas industriales en Colonia Caroya y alrededores, algunas de las cuales aún llegan activas hasta nuestros días. El enólogo Gabriel Campana, cuarta generación de una de las primeras familias bodegueras caroyenses y activo defensor de la historia y la vitivinicultura local, rememora esos primeros años. “Si no me equivoco, la más antigua fue la bodega La Caprivana, que estaba en Tronco Pozo y pertenecía a la familia Grión (fundada en la primera década del siglo, hoy desaparecida)”. También en la zona “estaba la bodega de Juan Lóndero (registrada en 1914, hoy ya no existe como tal, aunque sus descendientes siguen haciendo vino casero)”; luego vendrán “Bodegas Campana (fundada en 1926, cerrada en 2006), Bodega Nannini (fundada en 1928, hoy reconvertida en Bodega Terra Camiare) y La Caroyense Cooperativa Vini-frutícola Agrícola General Ltda. (fundada en 1930, aún funcionando en la actualidad aunque con otra forma societaria)”. Las dos décadas posteriores verán nacer “otros proyectos de menor envergadura como Bodega El Peral, Bodega Inti Huasi, Bodega Nadaya, Bodega Nicolodi y Bodega Silvestri, que en la actualidad están cerradas o reconvertidas en otros negocios como hoteles o salones de fiestas” (Gabriel Campana, comunicación personal, 12 de febrero de 2021). Según el memorioso enólogo Santiago Lauret, las dos bodegas pretéritas de la zona fueron Bodega Rossi (1898) y Bodega Giacomo Lauret (1901), incluso antes que La Caprivana mencionada más arriba (comunicación personal, 12 de marzo de 2024).

En simultáneo, aunque en una escala algo menor, la vitivinicultura también se desarrolló en el Valle de Traslasierra. La Bodega Sierras de Córdoba nace con el siglo en Villa Dolores, para procesar toda la uva de la zona. Esta bodega pertenecía a una familia bodeguera de Mendoza, que también tenía inversiones vitivinicolas en aquella provincia. En su mejor momento histórico -años 60`/70`- la Bodega Sierras de Córdoba ocupaba casi dos manzanas, registraba 500 hectáreas con vides y más de 2.000.000 de litros de vino producido. Desafortunadamente, la caida en el consumo de vinos hizo que cerrara definitivamente sus puertas en la década del 90` (Nicolás Jascalevich, comunicación personal, 12 de octubre de 2021). En la actualidad, el viejo edificio -que estuvo abandonado y fue saquedao durante casi 30 años- ha sido recuperado por el municipio local para convertirlo en la nueva terminal de omnibus.

De todas las bodegas fundadas en el siglo XX en Colonia Caroya, será Cooperativa La Caroyense Ltda. quién escriba una historia más fecunda, siendo uno de los motores centrales del progreso de la localidad durante casi 70 años (y aún lo sigue siendo hoy, aunque con otra realidad y en una escala menor). El acta fundacional del proyecto se firma el 18 de noviembre de 1930, por iniciativa de un grupo de 49 colonos fuertemente impregnados por el espíritu cooperativista floreciente en la Italia decimonónica (Ezcurra, 2012; Gargiulo, 2017). Formaliza su primera producción en la cosecha de 1931, con una molienda que apenas llega a los 243.504 kilogramos (pues muchos de los socios originalmente comprometidos en el proyecto finalmente no entregan la uva por desconfianza). A pesar de ello, quienes siguen creyendo en el proyecto compran un lote y comienzan la construcción de la bodega, un proyecto colosal para su época que se completa –con medios tecnológicos insuficientes, más bien a base de esfuerzo físico y tesón emprendedor– en algo menos de un año. 

Los habitantes de la localidad miraban con cierta aprensión a este grupo de tenaces inmigrantes. Ezcurra (2012) menciona que “eran más los que consideraba locos a esos gringos que luchaban por un sueño imposible. Recomendaban no prestarles o facilitarles algo, por insignificante que fuera, ya que evidenciaban que acometían algo nunca lograble”. A pesar de todas las adversidades, y luego de haber interrumpido la obra para realizar su segunda vendimia, la construcción se inaugura oficialmente el 5 de mayo de 1932. “La ambiciosa obra, con una fachada que recuerda a una muy querida catedral del Fruli, el Doumo de Údine, había sido encargado al ingeniero Italo Vigliano”. La misma deja translucir la añoranza de los inmigrantes por su tierra, además “no es de extrañar que quisieran ver en la fachada de su bodega un templo, debido a su fuerte espíritu religioso” (pag. 33-35).

“En Colonia Caroya, las fiestas tradicionales referidas al vino muestran la entrañable relación que existe entre la comunidad y este noble producto agrícola”. Desde el año 1939, cada primer fin de semana de marzo se celebra en la localidad la Fiesta Provincial de la Vendimia (siendo una de las más antiguas del país, sólo detrás de la de Mendoza, que nació en 1936). “Un día después de la Vendimia se realiza también la Fiesta de la Sagra [cosecha], una fiesta que tiene un origen religioso y que el pueblo caroyense conserva como una de sus máximas expresiones” (Papalini, 2013:47).

Ni la sanción de injusta Ley 12.137/34 (firmada por el presidente Agustín P. Justo para desalentar la producción vitivinícola fuera de Cuyo), ni las enormes adversidades climáticas y plagas que azotaron la región en la década del 40´ lograron doblegar el espíritu de progreso y superación de los colonos; por lo que la vitivinicultura se mantuvo activa en nuestra provincia, apoyada en los altos niveles de consumo de vino registrados en el período 1940-1970 (Ezcurra, 2012; Lacoste, 2019).

La Caroyense Cooperativa Ltda. sigue adelante a pesar de las dificultades. Para el año 1939 ya eran más de 100 los socios activos de la bodega. Ese mismo año se resuelve comprar, refaccionar y anexar una bodega en Chilecito (La Rioja), para acrecentar la producción y llevar el espíritu cooperativista hacia otras provincias. Para el año 1950 ya se contaban en 750 los socios, que se convertirán en 1000 llegado 1960 (lo que la convierte en ese momento en la segunda bodega cooperativa más importante del país). Las ampliaciones y el re-equipamiento de ambas bodegas no se detienen, buscando siempre maximizar la producción y mantener actualizados los procesos productivos. Era de tal magnitud la importancia de esta institución para la vida de la comunidad que solía escucharse “si la Cooperativa iba bien, sus trabajadores, sus socios y el almacén; todo iba bien. En cosecha linda [Colonia Caroya] era una fiesta” (citado en Peresini, 2015:30). 

A comienzos del año 1970 se contaba con 1300 socios activos. La superficie implantada con vides en Colonia Caroya ya superaba las 1100 hectáreas y según las previsiones “se estimaba vinificar entre 30 y 35 millones de kilogramos de uva” entre ambas bodegas, lo que posicionaba a La Caroyense Cooperativa Vitivinícola de Córdoba y La Rioja Ltda. como una de las 10 bodegas más importantes del país, aportando el 1% del total de la producción nacional. En el año 1974 se registran 1400 socios, siendo el número más alto en la historia de la bodega (Ezcurra, 2012).

Ruinas de la vieja Bodega Sierras de Córdoba (Villa Dolores)
www.villadolores.gov.ar

En Traslasierra la actividad vitivinícola también se desarrolló sin mayores sobresaltos hasta mediados de los años 70, aprovechando sus cosechas regulares y abundantes (gracias al clima moderado) y la ingente demanda de vino de la época. Sin embargo, los cambios producidos en la legislación vitivinícola de la época, la inestable situación política del país –complicada aún más por el golpe militar de 1976– y el complejo escenario económico derivado del ciclo inflacionario arrastrado desde 1971, comenzaron a marcar el declive de la producción en la zona, que -como ya se mencionó anteriormente- terminará por desaparecer a principios de los años 90’.

Como si el contexto no fuera suficientemente complicado, el destino le tenía guardado otro infortunio extra a Colonia Caroya. En las cosechas de 1975-1976 se suceden las granizadas más devastadoras de las que se tiene registro en la zona. Estas destruyen casi el 80% de los viñedos, además de la producción fruti-hortícola y ganadera, arrasando con los sueños y el trabajo de la mayoría de los agricultores locales. Comienza un período sombrío para la economía caroyense –atada casi exclusivamente a la actividad agroindustrial–, que insumirá casi 20 años para su recuperación (Santiago Lauret, comunicación personal, 26 de septiembre de 2016).

El productor rural Gerardo Panontini -cuarta generación de viticultores caroyenses- señala que a los violentos fenómenos meteorológicos ya citados habría que sumarle varios factores: alteraciones en los ciclos climáticos históricos, viñedos envejecidos cultivados con variedades poco demandadas, éxodo de la mano de obra agrícola hacia las nacientes industrias instaladas durante los años 90´ en la región (Arcor, Guma, Eveready, grandes frigoríficos) y otras complejas situaciones coyunturales del país; todas actuaron concomitantemente para retraer a mínimos históricos la producción vitivinícola de Colonia Caroya durante los últimos dos decenios del siglo XX (comunicación personal, 12 de marzo de 2022).

Debido a la escasa producción durante ese período, los productores agrícolas de Chilecito deciden escindirse de La Caroyense Cooperativa Ltda. durante el año 1989, dando origen a la Bodega La Riojana Cooperativa Vitivinifrutícola de La Rioja Ltda. –que hoy sigue funcionando y es la segunda cooperativa vitivinícola más importante del país– (Peresini, 2015).

Promediando la década del 90´, un grupo de jóvenes productores de la zona –descendientes directos de los primeros colonos friulanos– apoyados por el municipio y Bodega La Caroyense Cooperativa Ltda., emprenden un proceso de reconversión vitivinícola. Entendiendo que las demandas del mercado estaban virando irremisiblemente desde la cantidad hacia la calidad, comienzan a plantar nuevas variedades europeas, buscando mejorar el perfil de los vinos caroyenses. En el bienio 1996-1997, por un acuerdo logrado con un importante vivero italiano, viajan algunos técnicos para capacitarse y a su regreso traen más de 60.000 plantas que se reparten entre los productores participantes. Si bien este ambicioso proyecto no alcanza a completarse en su totalidad, colabora para cambiar la mentalidad productiva de la zona, lo que será fundamental para enfrentar los nuevos desafíos que se avecinaban (Santiago Lauret, comunicación personal, 26 de septiembre de 2016).

En ese mismo período Bodega La Caroyense Cooperativa Ltda. experimenta graves problemas financieros, que se añaden a la merma en la producción ya señalada y la obligan a contraerse bruscamente (jubilando anticipadamente a los empleados, vendiendo activos, acotando los volúmenes producidos). Aún con todo esto, la bodega se endeuda a niveles muy altos para tratar de sostener a socios y empleados, pero finalmente debe cerrar sus puertas en el año 1999 (siendo su última elaboración de apenas 10.000 kg de uva, una cantidad casi simbólica para un proyecto que había llegado a moler 14.000.000 de kg en sus épocas de esplendor). La bodega se presenta en quiebra en el año 2000 y las propiedades remanentes son rematadas judicialmente (Peresini, 2015).         

Referencias Bibliográficas:

Ezcurra, Pedro (2012), “La Caroyense, sus hombres y sus tiempos. Bodega histórica” (Primera parte), Editorial Dunken (Buenos Aires, Argentina). ISBN 9789870256656

Gargiulo, Julieta Blanca (2017), “Tras las huellas de Italia en América: crónicas, lugares y personajes en torno a la cultura del vino” (1° edición), Edición Independiente (Mendoza, Argentina). ISBN: 9789874252135

- Pappalini, Esteban Daniel (2013), “Vinos de Córdoba: el terruño jesuita”, Editorial Raíz de Dos S.A. – Nuevos Editores (Córoba, Argentina). ISBN: 9789872889043

          - Peresini, A. (2015), “El impacto del cierre de una empresa cooperativa en sus trabajadores” [Trabajo final de grado]. Fac. de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina). Memoria Académica. Recuperado: https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1130/te.1130.pdf

       - Toniolo, María Teresa y Zurita, María Elisa (2014), “El Vino, Bebida Nacional de los Argentinos. Estudio Léxico de Especialidad”, en XVII Congreso Internacional Asociación de Lingüística y Filología de América Latina (ALFAL 2014) pp. 2497-2516. Recuperado de: http://www.mundoalfal.org/CDAnaisXVII/trabalhos/R0262-2.pdf

Continuará...

BREVE HISTORIA DEL VINO CORDOBÉS (1/3)

LOS ORÍGENES DEL VINO CORDOBÉS

(tiempo de lectura: 8/10 minutos)

Fundación de Córdoba por Don Jerónimo Luis de Cabrera
www.fundacioncivis.org.ar

Aunque no existe documentación respaldatoria, el Director de la Estancia Jesuitica de Jesus María Mgtr. en Museología Carlos Ferreyra está convencido “que la vid llegó al territorio cordobés en 1573 de la mano de su fundador Don Jerónimo Luis de Cabrera”, algo extremadamente probable “pues está acreditado que Cabrera ya producía vino y pisco en su hacienda de Ica (Perú), ciudad que él mismo había fundado una década atrás, el 17 de junio de 1563”. Esto hace conjeturar que los primeros viñedos locales fueron implantados en las fincas de los moradores originales del asentamiento, siendo destinados “a la producción de uvas, pasas y vinos para el consumo doméstico, así como también para el uso sacramental en la eucaristía cristiana” (comunicación personal, 11 de septiembre 2019). 

González (2022) revalida esta idea al citar que “el día 7 de diciembre de 1573 (…) Don Jerónimo Luis de Cabrera expidió autos de repartición de tierras, expresando que para el sustento de los moradores hay necesidad que tengan tierras, hagan huertas, chacras, sementeras y herendamiento de viñas”. Este autor también alude al libro Cultura y Beneficencia durante la Colonia, donde el Pbro. Pablo Cabrera “hace notar que uno de los que llevaron a cabo lo instruidos [por Cabrera] fue Blas de Rosales, venido de Comechingones, en cuyo inventario de bienes, practicado en 1574, figuran muchas plantas de uvas”. De la misma obra resaltan dos aseveraciones históricas de importancia; la primera señala que “para 1586 aborígenes y españoles tenían viñas en que se vendimiaba mucha uva, con la cual se fabricaba buen vino” y la segunda agrega “los vinos de las bodegas de Jesús María, Quilino, Guanascote (sic) y Siquimán eran verdaderamente agradables” (pag. 22). 

Terminando de corroborar esta suposición, una nota del periodista Francisco Colombo en el diario La Voz del Interior expone una cita textual del libro Geografía de la Provincia de Córdoba de los ingenieros Río y Achával (1905) que señala: "…consta por documentos de la época que en 1574, es decir, un año después de la fundación de Córdoba, los españoles introdujeron y plantaron 10.000 cepas en el lugar denominado Chacras de la Merced, próximo a los actuales suburbios del sudeste [de la ciudad de Córdoba], siendo muy probable que de aquí fueran llevadas las [vides] que dieron origen a los viñedos de Siguiman y Huañu-Sacate, y algún tiempo después, a los de San Javier." (La Voz del Interior, 1983). 

Apoyando la información anterior, y volviendo a referirse a los registros documentales que aún se conservan, el Mgtr. Carlos Ferreyra asevera que "uno de los más antiguos de la provincia es un inventario de viñedos de los Padres Mercedarios, fechado en el año de 1599” (comunicación personal, 11 de septiembre 2019). 

Además se conservan varias ordenanzas del Cabildo de Córdoba que dan cuenta de la importancia del vino en la naciente población, como una de 1598 donde “el Procurador General Capitán Juan de Burgos establecía y reglamentaba las medidas con las que se clasifican el vino y el vinagre”; otra de 1602 que disponía que “el vino procedente de Chile (Mendoza) no podía ser expendido sino después de transcurrido un año de su cosecha, atento a que trae yeso, es dañoso y causa muchas enfermedades”, otra de 1603 en “donde se prohibió la venta de vinos a indios y negros sin licencia previa, por resultar muchos inconvenientes y ofensas a Dios Nuestro Señor” y finalmente otra ordenanza de 1606 “que aplica una sisa [impuesto] al vino y a las pulperías, que era recaudado por el mismo Cabildo.” (González, 2022:23-24). 

Jesuitas alrededor del mundo
www.elordenmundial.com

En el año 1599 se instala en el actual territorio provincial la Compañía de Jesús, que comienza a organizar su sistema de estancias productivas. En 1618 la Orden adquiere la Estancia de Jesús y María, estratégicamente ubicada a la vera del Camino Real al Alto Perú, que se dedicará prioritariamente a la producción vitivinícola. Vale destacar que la escritura de compra menciona la existencia de 20.000 plantas de vid en la propiedad, evidencia que ya se producían vinos en la zona con anterioridad. Allí se comienza con la construcción de una bodega de avanzada para ese momento histórico, que recién se termina en 1730. Los jesuitas “realizan por primera vez una vitivinicultura de carácter industrial, bajo normas de calidad”. Los registros indican que “la producción de ese entonces ascendía a unos 12.000 litros anuales” (la mayoría se utilizaba para abastecer al resto de sus posesiones cercanas, pero los pequeños excedentes también se comercializaban). Para el año 1747 la propiedad ya había duplicado el viñedo implantado, pues según relaciones de época contaba con 48.000 plantas. También “hay referencias a viñedos en las cercanas estancias jesuíticas de Colonia Caroya y Santa Catalina, pero es muy posible que las uvas se llevaran a moler a la bodega principal en la Estancia de Jesús María” (Papalini, 2013:22). 

El museólogo Carlos Ferreyra, hablando sobre esta estancia que conoce en profundidad, enfatiza que “el edificio original que albergaba la producción de vino y los lagares de piedra utilizados para la molienda aún se conservan en buen estado general, lo que permite asegurar que se trata de la bodega más antigua de Argentina que se mantiene en pie” (comunicación personal, 11 de septiembre 2019). 

En esta época no solamente las órdenes religiosas producían vino. “En lo que hoy serían los departamentos Cruz del Eje e Ischilín existían varios emprendimientos privados. El más importante era la Estancia Siguimán, que para 1680 habría contado con 13.000 cepas de vid y una pequeña bodega de adobe” (Papalini, 2013:22). No hay dudas que la actividad vitivinícola floreció durante el período pre-virreinal, momento histórico en que los caldos elaborados en Córdoba tenían poca competencia en el territorio nacional. 

Vino Lagrimilla de Bodega La Caroyense
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Se ha extendido velozmente una leyenda –leyenda en el sentido de que no puede ser demostrada–acerca de un vino dulce llamado Lagrimilla de Oro, que producían los jesuitas en sus propiedades y que habría sido el primer vino americano en llegar a la mesas del Rey Felipe V de España. La misma nació por una referencia publicada en un libro del prestigioso historiador cordobés Efraín Bischoff (1968), donde relata que el S.J. Oscar Dreidemie Alonso –sacerdote especializado en arqueología, que dedicó sus últimos años de vida a la restauración de la Posta de Sinsacate y la Estancia Jesuítica de Jesús María– le mencionó alguna vez haber tenido a acceso a documentos que probaban el envío de este vino a Europa. 

Desafortunadamente, el abandono que sufrió la estancia durante las primeras décadas del siglo XX hizo que gran parte de su patrimonio arquitectónico y documental fuera saqueado o destruido, haciendo que hoy sea imposible demostrar la veracidad de este relato. Según razona el Mgtr. Carlos Ferreyra –y con cuya lógica coincide plenamente el autor de este trabajo– la posibilidad de que haya sido enviado un vino caroyense a España en el siglo XVIII es extremadamente baja, debido a las enormes dificultades de conservación y transporte que ofrecían los productos de la época, además de las cíclicas restricciones impuestas a las importaciones desde las colonias americanas (comunicación personal, 11 de septiembre 2019). 

Volviendo a la historia, la expulsión de la Orden Jesuítica de los territorios de la Corona en la segunda mitad del siglo XVIII –por decisión del Rey Carlos III de España– hace declinar esta importante industria; por lo que muchos viñedos son abandonados o pasan a manos privadas. La Estancia de Jesús María fue adquirida por Félix Correa con ánimo de volver a convertirla en un centro viñatero, pero falleció sin lograrlo (Ezcurra, 2012 citado en Toniolo y Zurita, 2014). Papalini (2013) sintetiza este período diciendo “el desarrollo de la actividad vitivinícola en los países de América fue muy difícil durante la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del siglo XIX debido a los recelos de la Corona Española, contraria a la implantación de vides y olivos en sus territorios de ultramar” (pag. 23). A pesar de ello, la producción de vino persistió en pequeñas explotaciones familiares.

Referencias biblográficas:

- Bischoff, Efraín (1968), “Y ellos forjaron un pueblo. Historia de Colonia Caroya”. Talleres Gráficos La Docta (Córdoba, Argentina). 

- González, Roberto (2022), “Bonarda. La historia de un gran vino” (1º edición), Edeerre Ediciones (Mendoza, Argentina). ISBN: 978987484060

- Pappalini, Esteban Daniel (2013), “Vinos de Córdoba: el terruño jesuita”, Editorial Raíz de Dos S.A. – Nuevos Editores (Córoba, Argentina). ISBN: 9789872889043

- Toniolo, María Teresa y Zurita, María Elisa (2014), “El Vino, Bebida Nacional de los Argentinos. Estudio Léxico de Especialidad”, en XVII Congreso Inter. Asoc. de Lingüística y Filología de América Latina (ALFAL 2014) pp. 2497-2516. Recuperado: http://www.mundoalfal.org/CDAnaisXVII/trabalhos/R0262-2.pdf

Continuará...