Sin lugar a dudas, la Semillón es una de las grandes uvas blancas del mundo.
Originaria de Bordeaux, vivió épocas de esplendor en las primeras décadas del siglo XX, cuando llegó a ser la uva blanca más plantada a nivel global. Desafortunadamente, hoy ha quedado algo relegada, ocupando el vigésimo puesto en importancia productiva.
Está en el encepado argentino desde mediados del siglo XIX, cuando ingresó al país junto a otras cepas francesas. Si bien llegó a ocupar una superficie considerable, hoy la producción se ha estabilizado en unas 654 hectáreas (más del 80% ubicadas en Mendoza y el resto repartidas entre Río Negro, San Juan y Neuquén).
Formó -y forma parte aún hoy- de muchos históricos cortes blancos mendocinos; aportándoles estructura, untuosidad en boca y longevidad a los mismos. Durante mucho tiempo permaneció “anónima” en las etiquetas de los famosos “Chablis” nacionales, con algunas pocas excepciones que se animaban a poner el nombre de esta uva en la etiqueta (parece ser que el primer Semillón vendido en el país con mención varietal fue el de Humberto Canale en el año 1975).
Si bien hubo bodegas que siempre apostaron a esta uva con ejemplares destacados (como la ya mencionada Canale, Lagarde, Lopez, Mendel, Vistalba o Ricardo Santos), yo creo que hoy estamos viviendo “la hora del Semillón” en Argentina, pudiendo disfrutar de muchos blancos increíbles.
Cuando pienso en el Semillón en general imagino un vino más bien “austero”; con aromas suaves de perfil herbáceo, apenas cítrico o meloso; unidos a una boca seca, potente y estructurada, de acidez media.
Por eso, me sorprendió sobremanera está novedosa etiqueta elaborada por el enólogo Pablo Navarrete del Proyecto Vinos de La Luz (Valle de Uco - Mendoza), que explota el lado más frutal y amigable de la cepa.
Este Semillón -de muy pequeña tirada- proviene de un añoso parral ubicado en El Cepillo, bien al sur del Valle de Uco. Fue vinificado de manera tradicional, con una breve crianza en tanques sobre sus lías finas y envasado sin ningún contacto con roble.
Propone una nariz limpia de mediana intensidad, donde destacan evocaciones de frutas blancas -duraznos, damascos-, algo de cítricos, hierbas silvestres y un leve fondo “mineral”. En boca tiene entrada amable, cuerpo medio y paso fluido; refrenda sus sabrosos recuerdos frutales, con balanceada acidez y un grato final.
Recomiendo servir frío -no helado-, para disfrutar mejor sus sutilezas. Puede ser una buena copa para el aperitivo, pero también puede escoltar platos de sabores delicados.
Distribuye en Córdoba: Grandes Vinos Argentinos.
¿Y a ustedes, les gusta el Semillón? ¿Con cuál se han sorprendido en el último tiempo?
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