Comparto una nota que me hicieron la semana pasada para la página web del emprendimiento inmobiliario "CAPITALINAS" (ciudad de Córdoba).
Es difícil encontrar las palabras justas que describan, o al menos nos acerquen, a una parte del infinito universo vitivinícola. Un llamado a los sentidos, una impostergable invitación al disfrute, una vida de sensaciones, una historia, forman parte de una descripción interminable que da lugar a la imaginación y creatividad cada vez que se comparte una copa.
"El vino es una forma de seducción, es un placer y tal es su complejidad que cada botella es única", así lo define Roberto Colmenarejo, sommelier profesional con certificación de la Court of Masters Sommeliers, miembro de la Asociación Argentina de Sommeliers, actual docente y sommelier freelance. Enófilo de vocación, Colmenarejo explicó que el vino es una compleja conjunción de las bondades de la tierra, el minuicioso trabajo del hombre y las condiciones climáticas. "El vino es la bebida más natural que el hombre conoce. Es un arte que requiere estructura y un enorme esfuerzo detrás de cada botella". La enología es el formidable desafío de tomar un sinfín de decisiones para guiar el vino hacia donde el enólogo pretende. Decisiones que exigen la delicadeza de sentidos refinados y la agudeza de recrear una abstracción, que posteriormente será el producto acabado. "Las grandes decisiones de una bodega, que implican millones de litros y pesos, se deciden con la nariz y la boca", reveló el sommelier.
Nuestra bien ponderada bebida nacional se convierte en disfrute inabarcable, si consideramos que no existen dos ejemplares idénticos, como tampoco existen degustadores análogos dispuestos al disfrute de la misma manera. "El vino está vivo. Si decido envasar y a otro dejarlo seis meses más, ese vino irá cambiando. Lo mismo ocurre con los envasados en barrica, por el simple hecho que cada barrica envejece diferente".
El mercado argentino es un referente de meritoria trayectoria a nivel mundial. La ponderada uva Malbec, junto con más de 5 mil marcas comerciales, alcanzan una envidiable producción de 1600 millones de litros anuales. "Hay para todos los gustos, todos los precios y calidades, de hecho, el 70 por ciento del vino que se vende en Argentina vale menos de 15 pesos", destacó Colmenarejo.
Las particularidades climáticas propias de nuestra región nos permiten disfrutar de vinos de gran calidad. En este sentido, Leonardo Dal Maso, miembro de la Asociación Argentina de Sommeliers, señaló que la relación precio-calidad que se consigue es superior a la que se puede encontrar en vinos del "viejo mundo". "Vinos elaborados con uvas bien maduras, intensos de color y fáciles de beber, son atributos difíciles y costosos de conseguir en otros países". Lo cierto es que regiones como las francesas o italianas han creado una célebre reputación que le permite a los vinos tener precios abultados. "Llega un punto en que la calidad no es el único factor que marca el precio. En una botella de mil pesos, por ejemplo, influye la marca, el marketing, la historia, los puntos que recibieron en las revistas internacionales, el prestigio, por lo tanto el valor del líquido ya no cuenta", señaló Colmenarejo.
Tal es la magnitud e inmensidad de variedades que degustar se convierte en un ejercicio intrigante y renovador. La cultura del vino no escapa a la lógica moderna de lo permanentemente obsoleto ante lo contínuamente nuevo, lanzando al mercado variedades que ponen a prueba hasta los enófilos más comprometidos. "Es un mundo de nunca acabar. Podés probar mil vinos argentinos y creer saber cómo son, pero probás uno sudafricano y todo cambia. Entonces te das cuenta que el mundo es infinito", confesó Colmenarejo.
Las percepciones que genera son interminables. Su autenticidad se refleja en la gran carga de subjetividad que provoca su consumo. "El vino es algo similar al fútbol, podés discutir una hora sobre dos vinos que probaste hace un año o inclusive descubrir quién lo hizo. Esto sólo lo posibilita el vino, la gastronomía. La mayor experiencia no es sólo ir a un lugar o probar un plato, sino todo lo que después se comenta".
La herencia gastronómica muestra al vino como una de las incondicionales presencias en la mesa argentina. "Es una bebida que por su versatilidad y variedad de estilos, resalta y destaca los sabores de todo tipo de preparaciones", resaltó Dal Maso, mientras que Colmenarejo lo define como la bebida más lógica para acompañar nuestro estilo de platos. Seguramente, en alguna ocasión, el renombrado "maridaje" pareciera haber pautado de antemano recetas de degustación. Y como "sobre gustos no hay nada escrito" la propuesta es animarse al ensayo y error, darse la oportunidad de descubrir sensaciones, aromas y por sobre todo disfrutar.
Su complejidad exige tiempo, conocimiento y perseverancia para comprender su lenguaje. El esfuerzo será noblemente recompensado con el disfrute de cada copa, cada charla con amigos, cada ocasión que el vino sea una vez más el aliado del encuentro, la sorpresa y el goce de los sentidos.
Consejos para disfrutar:
-"Nunca solo ni a solas": Acompañar el vino siempre con una comida más elaborada y, por supuesto, en buena compañía.
-Visitar una vinoteca, conversar con los vendedores, permitir que nos sugieran variedades.
-Relajarse, tomarse el tiempo para distenderse y aprovechar una charla con amigos.
-Utilizar una buena copa: recipiente de volumen grande (copón), tallo largo (para evitar calentar el cáliz) y cristal delgado.
-Buena temperatura: Se recomienda conservar los vinos blancos en la heladera. En el caso de los tintos, disfrutarlos frescos, si es necesario enfriar unos minutos antes en la heladera.
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