Los términos “bebibilidad” -o
también “tomabilidad”- no existen en nuestro idioma (o al menos la Real
Academia Española no los reconoce como válidos). Se trata de la
castellanización literal del término inglés “drinkability”, adjetivo que se
podría traducir como “facilidad para beberse”.
La “bebibilidad” es un atributo positivo muy utilizado en la industria de las bebidas alcohólicas, para referirse a aquellos productos que son fáciles de beber, de los que se puede tomar mayor cantidad sin esfuerzo, esos que “pasan más rápido”.
Dicho lo anterior podría entenderse como una noción bastante abstracta; aunque muy fácil de evidenciar empíricamente, por ejemplo cuando uno se enfrenta a dos botellas de vino y se da cuenta que una “baja” mucho más rápido que la otra. Parece una demostración poco científica, pero sumamente práctica a los fines de explicar el concepto.
Se han escrito varios trabajos académicos sobre el tema, pero al leerlos dejan más dudas que certezas. No está del todo claro cuáles son las características intrínsecas de la bebida que aumentan su “tomabilidad”, aunque hay ciertos indicios.
En general, los sabores y/o sensaciones táctiles de poco “impacto” en la boca hacen la bebida más bebible. Así por ejemplo, un vino blanco algo dulzón será más fácil de tomar que otro de marcado sabor amargo/ácido; o un tinto de taninos mansos se aceptará con mayor facilidad que uno muy astringente. Sin dudas se trata de una generalización, pero que sirve a modo de ejemplo.
Cabe mencionar -para matizar y/o complejizar aún más el asunto- que el “gusto adquirido” por las costumbres alimentarias en las distintas culturas puede alterar estas percepciones, haciendo que las generalidades mencionadas en el párrafo anterior no sean siempre extrapolables a todos los consumidores. Por ejemplo, una cerveza con chile picante podría ser rechazada por muchos bebedores argentinos, pero seguramente muy disfrutada por los mexicanos.
Resumiendo, la “tomabilidad” sin dudas existe, aunque su definición académica quizás deba esperar…
¿A qué viene todo este texto? A que anoche me tomé este vino tinto de Revancha Wines, que me resultó tan fácil de beber que con mi esposa nos tomamos toda la botella antes de la mitad de la cena. ¡Si eso no es “bebibilidad”, no sé qué decirles!
La Primera Revancha Merlot 2019 ($1600)
No hace falta decir que la Merlot es una de las grandes uvas tintas del mundo (aunque en nuestro país le demos poca bola). Este ejemplar, vinificado con uvas de Tupungato por Roberto & Rodrigo de la Mota en su proyecto familiar, muestra el lado más amigable de esta variedad. A la vista exhibe un color violáceo profundo, límpido y brillante. La nariz es intensa y rebosa de recuerdos a frutas negras y especias dulces. A la boca entra amable y frutado, casi goloso; a pesar de tener buena estructura su paso es franco y fluido gracias a una acidez perfectamente ajustada, para cerrar con taninos pulidos y larguísima persistencia. ¡Un vino bastante costoso, pero que merece la pena ser disfrutado! ($1600)
¿Y ustedes, me recomiendan algún otro vino altamente “chupable”?