Aunque
el consumo de vinos dulces en nuestro país es extremadamente pequeño -las estadísticas
muestran que no llega al 1,5% del mercado-, me da la impresión que poco a poco
los consumidores locales van descubriendo momentos para disfrutarlos.
Como
ya mencionáramos en una nota anterior, por ley en Argentina los vinos dulces lo
son siempre de manera natural (conservando parte del tenor azucarino propio de
la uva).
Estos
vinos son ideales para acompañar postres y snacks dulces, aunque también pueden
funcionar para la copa del aperitivo. Quienes estén dispuestos a llegar un poco
más allá, les recomiendo enfáticamente probar de combinar vinos dulces y quesos
fuertes (brie, azul, camembert, gorgonzola). ¡Les aseguró que se sorprenderán
con el maridaje!
Si
tienen ganas de endulzarse un poco, les propongo cinco vinos que son caramelos:
Finca Natalina Dulce Natural 2014 ($36): En el segmento
más económico de estos productos se encuentra este sencillo blanco sanjuanino
de Bodega Putruele. Un vino ligero, fresco y moderadamente goloso. De aromas frutales
directos; propone una boca extremadamente vaporosa y etérea, con bajo tenor
alcohólico, dulzor suave y ajustada acidez. ¡Para “abrir boca” antes de la
cena, junto a unos bocaditos agridulces!
Dilema Espumoso Dulce Natural S/A ($60): No es la primera vez que
menciono este burbujeante vino dulce de Bodega Estancia Mendoza, pues me parece
destacado dentro de su categoría y con una excelente relación precio-calidad.
Está vinificado por el método charmat -segunda fermentación en tanques- con un corte
de uvas chardonnay y sauvignon blanc. Sus aromas son frescos y remiten a las
variedades utilizadas; con una nariz bien frutada -manzanas, cítricos- y sutilmente
herbácea. En la boca es liviano y fácil de beber, con suave efervescencia y un
dulzor adecuadamente contrapesado por la acidez y las burbujas. ¡Servido bien
frío, es ideal para hacer los brindis más dulces!
Cantine Mirta
Bertolino Marsala S/A ($104): A pesar de nuestras raíces italianas, en los
últimos años hemos abandonado bastante la costumbre de beber vinos “generosos”.
Estos productos, que otrora fueran habituales en la mesa argentina, hoy han
quedado relegados casi exclusivamente a “emborrachar” tortas o preparar helados.
A pesar de ello, algunas bodegas nacionales aún conservan la tradición de
elaborarlos, obteniendo vinos especiales de notable calidad -incluso premiados
en concursos internacionales-. Tal es el caso de este Marsala de la bodega mendocina
Domaine Le Billoud, producido a la antigua usanza italiana. Un vino licoroso de
color marrón oscuro, complejo y muy
seductor. Ofrece una enorme riqueza de matices olfativos, donde destacan
las frutas desecadas -pasas, higos-, secas -nueces, avellanas-, el café, el
caramelo y algunos sutiles tonos tostados. Al probarlo es exuberante y
delicioso; con un paso de boca envolvente, aterciopelado y dulce -aunque sin
llegar a empalagar por el buen balance que ofrece su elevado grado alcohólico-,
dando paso a un final prolongado y grato. ¡Un vino perfecto para la sobremesa,
acompañando postres, café -y por qué no- un buen cigarro!
Desierto Pampa Late Harvest Viognier 2013 ($120): Hace ya algún tiempo que vengo hablando de los vinos pampeanos, pues están irrumpiendo en el mercado local con propuestas de gran atractivo. Tal es el caso de este blanco de cosecha tardía fragante y exquisito, obtenido con uvas Viognier sobremaduradas. Regala una paleta aromática amplia, donde destacan los aromas florales, melosos y de frutas pasas. En la boca es un producto untuoso y pleno de sabores; repite sensaciones maduras, con un moderado dulzor frutal, acidez vivaz -que equilibra perfectamente el conjunto- y una dilatada persistencia. ¡Perfecto para maridar con postres o tartas frutales!
Malamado Solería S/A ($210): La
bodega mendocina Familia Zuccardi se caracteriza por su búsqueda constante de
vinos originales, innovando con cepajes no tradicionales o prácticas vitivinícolas novedosas para
nuestro medio. Las escasas botellas disponibles de este soberbio vino generoso
dulce son una muestra acabada de ello. Rescatando una antigua tradición de las
soleadas regiones de la Europa Mediterránea, elaboraron este vino con racimos
elegidos de uvas Torrontés cosechadas tardíamente, lo fortificaron luego con
aguardiente vínico -conservando así gran parte del azúcar natural sin
fermentar- y finalmente lo envejecieron pacientemente
durante 40 meses en barricas de roble a la intemperie. El resultado es un vino
de bella tonalidad ambarina brillante. Ofrece una nariz muy intensa y rica en
sutilezas, con reminiscencias de frutas desecadas -damascos, membrillos,
dátiles-, miel, confituras -cáscaras de cítricos glaseadas-, frutas secas -almendras,
nueces- y algunos trazos avainillados. Continúa en una boca sabrosa y llena,
con marcados recuerdos licorosos y de pasas que sostienen una larguísima
permanencia. ¡Un vino dulce único, que vale cada peso pagado por él!
¿Y para ustedes, cuáles
son sus vinos dulces predilectos?
**** Esta nota fue publicada originalmente en la web amiga de Circuito Gastronómico *****