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Hace cuatro semanas, aprovechando las vacaciones veraniegas, anduve visitando la “Ruta del Vino y el
Singani de Altura” en Tarija
(Bolivia).
El viaje se armó por idea de mi esposa Silvina -quien quería
conocer ese país en el que nunca habíamos estado- y me pareció buena idea. Yo me puse a investigar un poco y terminé armando un lindo viaje relacionado a mi oficio.
La
previa:
Desde que definimos el
viaje en noviembre, me puse a buscar información en internet para contactarme
con las bodegas. No fue tarea fácil, debo aclarar. Muchas de ellas ni siquiera
tienen página web; algunas la tienen pero no funciona, otras dan direcciones de
mail que no existen o donde los correos vuelven rebotados a la semana.
A dos semanas de
emprender el viaje solamente tenía tres respuestas, una negativa y dos
positivas. Ya medio resignado, le escribí un mail al gerente de la ANIV
(Asociación Nacional de Industriales Vitivinícolas) para ver si me podía ayudar;
a la semana recibí feliz una respuesta con varios contactos directos de
bodegueros; aunque la alegría duró apenas dos de días, pues de todas las
referencias brindadas sólo una contestó mi correo.
Silvina cruzando la frontera por el Paso Internacional Aguas Blancas-Bermejo |
Así que con apenas tres
contactos profesionales -y un nefasto pronóstico meteorológico que anunciaba
lluvias torrenciales para toda la semana- arrancamos para el país vecino, con una
breve escala intermedia en Salta para visitar familiares y amigos.
Breve
historia del vino boliviano:
La vid llegó a Bolivia
-como a casi todo el resto de Latinoamérica- entre finales del Siglo XVI y
principios del XVII, de la mano de los monjes Jesuitas y Agustinos. La
producción se mantuvo siempre en pequeña escala, no logrando trascendencia como
en otras regiones del continente (Argentina, Chile, México).
Bello mural en la entrada a la Catedral de Tarija |
La primera bodega comercial
comenzó a funcionar recién en la década del 30` en el departamento de Camargo -una
región algo más al norte que la zona de producción actual-. Esta empresa
comenzó también con la destilación a gran escala del Singani,
el aguardiente emblemático del país.
La industrialización
llegó recién en la década del 60`, con la instalación de varios emprendimientos
vitivinícolas liderados en su mayoría por inmigrantes europeos. La mayoría de
esos proyectos continúan hasta la actualidad.
El comienzo del nuevo
siglo trajo la reconversión productiva, que en los viñedos se manifestó con la
implantación de cepajes nobles, y en las bodegas con elaboraciones más cuidadas siguiendo estándares de calidad
internacional.
Campos de Solana, la más joven de las bodegas tarijeñas |
El vino
en Bolivia hoy:
La producción de vinos
-y singanis- bolivianos se concentra casi exclusivamente en el extremo meridional del país, en la zona conocida como el Valle Central de Tarija (que incluye la ciudad homónima y sus alrededores)[i].
La región tiene
similitudes orográficas y edafologícas[ii]
con los Valles Calchaquíes argentinos, compartiendo una altitud similar (entre
1750 y 2500 msnm).
Su clima es algo más
templado y húmedo (las lluvias duplican largamente las marcas de nuestro
noroeste, con 615 mm anuales promedio). Eso hace que el paisaje se vea mucho más
“verde” y el vigor de las plantas sea mayor.
Impecable viñedo de uvas tintas en Bodega Kohlberg |
Se estima que hay
implantadas en la zona unas 2390 hectáreas de viñedo. De este total casi el 80%
está representado por la uva Moscatel de Alejandría. Para no confundirse, hay
que tener en presente que esta uva rosada se utiliza principalmente para
consumo en fresco[iii]
y para destilación, por lo que la verdadera superficie dedicada a la producción
de uvas para vinos finos finalmente no llega a un cuarto del total (aprox. 500
ha).
Las uvas tintas más
abundantes son la Cabernet Sauvignon, Merlot, Malbec, Barbera, Syrah y Tannat. En las blancas la
-omnipresente- Moscatel de Alejandría, Riesling, Franc Colombard, Chardonnay y Ugni
Blanc.
Moscatel de Alejandría, omnipresente en el viñedo boliviano |
Tradicionalmente, los
viñedos fueron ubicados en zonas bajas con suelos fértiles -buscando
maximizar el rendimiento de las uvas de mesa-. Sin embargo, para las nuevas
plantaciones de uvas finas hoy se están buscando regiones más altas, con suelos
más pobres y mayor pendiente.
Existen en la
actualidad 9 bodegas industriales -se incluyen aquí las destilerías de singani-
y la totalidad son de capitales familiares bolivianos (hasta donde sé, no hay
multinacionales en el negocio del vino de ese país). A esto hay que sumarle al
menos medio centenar de productores artesanales. La industria del vino da
trabajo -de manera directa o indirecta- a unas 18.500 personas. La producción de vinos
chapacos[iv] alcanza
los 12.000.000 de litros anuales.
A los consumidores
bolivianos le gustan los vinos suaves, por ello es que gran parte de sus
productos son abocados o medianamente dulce y de moderado grado alcohólico.
A pesar de que el
consumo per-cápita es extremadamente bajo (no llega a 4 litros de vino por año),
la producción local sólo abastece el 50% de la demanda interna. Esto hace que
el país deba recurrir hoy a la importación desde argentinos y chilenos.
Plantas de Moscatel en Bodega Artesanal Viñas del Señor |
[i]
Aunque se estima que puede haber hasta un 20% más de
superficie implantada en otras regiones, la falta de estadísticas oficiales
confiables, la pequeña escala de las parcelas y lo incipiente de la mayoría de los proyectos lo deja por ahora
fuera de mención.
[iii]
La
superficie dedicada a la uva de mesa ronda las 1000 ha (un 30% del total).
[iv]
Chapaco:
Gentilicio ampliamente utilizado para designar personas u objetos provenientes del
departamento de Tarija.