“Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no
puede prescindir de ese ruido de fondo.” Italo Calvino (1923-1985)
Anoche, tuve la suerte de beber nuevamente este vino
maravilloso, luego de varios años sin poder degustarlo. No sé qué pasa últimamente
en Córdoba, pero me está costando bastante conseguir blancos salteños jóvenes…
En un actualidad en que varios Torrontés se están “asauvignonblanquisando”
(permítanme el neologismo por su claridad conceptual), es un verdadero placer
tomar estos exponentes de perfil “hiper-clásico”.
El vino de marras está elaborado por Rafael Domingo en Bodega Domingo Molina, y ofrece todo lo que uno espera de la cepa. Es cierto que está grácilmente
“aggiornado” -entiendo en pos de mayor frescura y elegancia-, pero aún así no
pierde ni un ápice de su inconfundible tipicidad.
Tiene un color amarillo verdoso de intensidad medio-alta,
esperable en productos vinificados con este cepaje. A la primera nariz se
muestra austero, con insinuaciones herbales; pero al permitirle “abrirse” un
poco más en la copa aparecen diáfanos aromas de frutas frescas y flores blancas.
Al llevarlo a la boca muestra su mejor faceta; tiene entrada seca, mediana
estructura, plétora de sabores frutales y una acidez perfectamente balanceada.
Cierra con un amarguito agradable, que sostiene un largo y grato post-gusto.
Sin dudas un enorme exponente del Torrontés vallisto, que -si
no me equivoco, o “Rafa” me corregirá- todavía puede ganar un poca más de
complejidad con tiempo en botella. Tiene un precio relativamente alto, pero a
mi entender vale cada peso pagado por él. Yo por las dudas ya compré una cajita,
como para tener, ¿vio? ($500)