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“El vino es la única obra de arte que puede beberse” (Luis Olaverri, enófilo español).
Puede
parecer algo frívolo escribir sobre vinos lujosos en un contexto económico
difícil como el que nos toca vivir a la mayoría de los argentinos por estos
meses. Sin embargo, hay que reconocer que existen consumidores con una
situación financiera más holgada, que no tienen inconvenientes para disfrutar
de estos vinos exclusivos y costosos.
Aunque
usualmente prefiero escribir sobre productos accesibles y de precios bastante más
acomodados, un par de veces al año me permito la licencia de recomendar algunas
de las mejores etiquetas de Argentina.
Si son
de aquellos afortunados que pueden darse algunos gustitos especiales sin
reparar en el precio, aquí van seis vinos para “tirar la casa por la ventana”:
Susana Balbo Signature White Blend 2015 ($311): De a poco, los vinos blancos de gama alta se van ganando
un lugarcito en la preferencia de los consumidores argentinos (aún poco acostumbrados
a pagar un precio alto por un vino blanco de gran calidad). Este producto puede
ser un buen comienzo, ofreciendo un vino a la vez complejo y refrescante. Un
original ensamblaje a partes iguales de Torrontés, Semillón y Sauvignon Blanc
(todos cosechados en el Valle de Uco). Propone una nariz diáfana y juvenil, con
aromas de frutas tropicales -ananá-, cítricos, hierbas silvestres y sutiles
reminiscencias minerales. Al llevarlo a la boca exhibe entrada amable, cuerpo
medio y paso untuoso; redunda en sabores frutales, con jugosa acidez y largo
post-gusto. ¡Un blanco noble para la mesa festiva, acompañando una buena paella
o cazuela de mariscos!
Blanchard
& Lurton Gran Vino Blanco 2014 ($380): Otro producto de “alto vuelo”, fruto
de la unión entre dos apasionados por los vinos blancos (el viticultor
argentino Andrés Blanchard y el bodeguero francés François Lurton), que acaba
de desembarcar en las góndolas nacionales. Un complejo corte de variedades que
incluye 60% de Tocai, 20% de Viognier (fermentado en barricas nuevas con sus
hollejos), 10% de Pinot Gris y 10% de Chardonnay; las tres primeras
provenientes de fincas ubicadas en la zona de Chacayes (Tunuyán) y el último de
Gualtallary (Tupungato). El resultado es un blanco sofisticado, amplio y de gran atractivo, que
sorprende por su presencia en boca. Ofrece sutiles fragancias de flores
silvestres, frutas blancas -peras, manzanas-, miel y leves trazos avainillados;
que dan paso a una boca franca y de reminiscencias melosas, con textura
“cremosa”, balanceada acidez y dilatada permanencia. Se han hecho poquísimas
botellas de esta primera cosecha, así que hay que moverse rápido para conseguir
alguna. ¡Otro blanco excepcional, para maridar con pescados a la plancha!
Alpamanta
Breva Syrah Rosé 2015 ($400): Un vino experimental realmente curioso, que seguramente en breve
será comercializado en el mercado doméstico (por ahora es sólo para la
exportación). Un producto de edición ultra-limitada (apenas 909 botellas),
elaborado por la joven bodega biodinámica Alpamanta (Lujan de Cuyo-Mendoza). Está
vinificado con la filosofía de la “mínima intervención”: cosecha manual, fermentación
con levaduras naturales en “huevos” de hormigón, reducción en el uso de
sulfitos y envasado sin filtrado previo. A la vista se revela de color rosa
pálido, apenas turbio. Tiene nítidos aromas frutales -frambuesas, moras- y balsámicos
-anís, regaliz-; unidos a una boca voluminosa y de textura “rugosa” -por la
presencia de las borras-, con fresca acidez y persistencia moderada. ¡Un vino ideal
para los enófilos curiosos!
Pascual
Toso S.V. Finca Pedregal 2014 ($700): Pascual Toso es
una bodega argentina de larguísima tradición, que este año cumple 125 años
elaborando productos de elevada calidad. Desafortunadamente, sus vinos se ven
bastante poco, pues la inmensa mayoría se destina al mercado externo (a pesar
de ello, algunas pocas botellas quedan en el país y vale la pena buscarlas).
Este es a mi entender su vino icónico, fiel al gusto argentino, que exhibe con
orgullo lo mejor que puede ofrecer el terruño de Barrancas (Maipú-Mendoza). Un suculento
blend compuesto por un 70% de Malbec y un 30% de Cabernet Sauvignon, criado en barricas
nuevas durante al menos 18 meses -el primero en roble francés, el segundo en
roble americano-. Regala una paleta aromática muy compleja, que inunda la copa de
recuerdos a frutas rojas -ciruelas, guindas- y negras -cassis, zarzamora-,
especiados -canela, clavo-, balsámicos -eucaliptus, mentol- y discretas notas tostadas.
Al probarlo es sabroso y pleno, tiene entrada agradablemente seca y fluidez en
el paso, refrenda las sensaciones maduras, con acidez equilibrada y taninos macizos
que sostienen una grata permanencia. Una etiqueta perfecta para beber hoy, pero
que seguramente ganará con un par de años más de estiba. ¡Vinazo, para
acompañar el asado con amigos!
Aniello
Viña 1932 Trousseau 2014 ($1000): ¡Una “perlita” absoluta,
imprescindible para los eternos buscadores de rarezas! Un vino patagónico único
y sorprendente, proveniente de una minúscula parcela de 0,8 hectáreas plantada
en el año 1932 en la zona de Mainque (Río Negro), con uvas de la variedad
Trousseau -tinta emblemática del Jura francés, donde también se la conoce como
Bastardo-. Se fermentó con levaduras indígenas en tanques de acero inoxidable,
para luego pasar 6 meses en barricas usadas. El resultado es un vino ligero y
refrescante, que tiene ciertas similitudes estilísticas con el Pinot Noir
(aunque no son uvas de la misma familia). Tiene un color violáceo limpio y
brillante, aunque de poca intensidad. La nariz regala sensaciones múltiples,
donde se entremezclan aromas de flores, especias y tierra mojada. La boca es
sabrosa y vibrante, de silueta delgada y paso veloz, confirma sabores terrosos,
con marcada acidez, taninos sedosos y moderada permanencia. Sin dudas un
producto distintivo e irrepetible, con una cantidad de botellas tan limitada
que no será fácil hacerse de alguna, pero que justifica plenamente su precio y
el esfuerzo de la búsqueda.
Nicolás
Catena Zapata 2011 ($1950): ¡Un vino mendocino realmente
soberbio, con un refinamiento y armonía que no tiene nada que envidiarle a los
grandes tintos franceses! Un producto “de culto”, elaborado por la mano sensible
y experimentada del enólogo Alejandro Vigil, combinando los mejores lotes de
Cabernet Sauvignon y Malbec que obtiene la bodega de sus fincas cada año. Todos
los productos que conforman el corte han sido fermentados en barricas de roble
francés durante 25-30 días, para lograr la perfecta fusión entre fruta-madera.
Luego de este proceso se añejan pacientemente por 24 meses en barricas, para
terminar de integrarse luego con otros 24 meses de guarda en botellas. Cuando este
noble vino sale al mercado obsequia una complejidad y elegancia inconfundibles,
digna de las grandes etiquetas del mundo. La nariz es un poco tímida al comienzo,
pero con los minutos se va abriendo por “capas”: primero afloran los aromas de
frutas negras y especias -pimienta, clavo-, luego suaves tonos ahumados, de
café torrado y caramelo, para terminar con ciertas evocaciones
terrosas/minerales. Al llevarlo a la boca tiene entrada amable, buen volumen y
paso aterciopelado; reafirma sabores frutales y levemente picantes, con acidez
perfectamente calibrada, taninos firmes -pero pulidos por la estiba- y una
persistencia casi eterna. ¡Una joya de la vitivinicultura nacional, para
atesorar en la cava y descorchar en ocasiones especiales!
***** Esta nota fue publicada originalmente en la web amiga de Circuito Gastronómico *****