Viñedo de Cabernet Sauvignon en Noble de San Javier (Traslasierra)
"El
mejor vino es aquel que nos deleita con su calidad natural"
(De Re Rustica, Lucio Moderato Columela, siglo I d.C.)
Los vinos naturales (“crudos”
o “desnudos”, como los mencionan otros autores) son aquellos que se vinifican
con la mínima intervención humana en el proceso, evitando al máximo los
tratamientos físicos innecesarios y el uso de aditivos químicos durante la
elaboración. Son productos que reflejan fielmente lo que la uva -y el medio
donde esta crece- pueden brindar, actuando allí el enólogo como un mero “guía”
de los procesos biológicos que se suceden durante la conversión del mosto en
vino.
Son productos bastante
diferentes a los vinos que estamos acostumbrados a tomar -que generalmente han
sido “trabajados” para obtener un perfil sensorial determinado-; y suelen
parecer organolépticamente “pobres” y “simplones” a quienes los prueban por
primera vez. Sin embargo, a medida que se los descubre y degusta con atención,
se empiezan a descubrir las pequeñas sutilezas que marca el terruño.
Están actualmente muy
en boga tanto en Europa como en los Estados Unidos, aunque personalmente me
gustaría que esto no fuera sólo una moda si no una tendencia general hacia una
elaboración menos invasiva y más respetuosa con la naturaleza.
Un último consejo: Estos
vinos no son ni mejores ni peores que los “industrializados”, simplemente son
más genuinos y ecológicos. Requieren del degustador un poco más de paciencia y
sensibilidad para percibir los suaves matices que la sabia naturaleza brinda.
Si quieren iniciarse en
el mundo de los vinos naturales, aquí seis buenos ejemplos:
Viñas
de Alto Salvador Rosado 2012 ($29): Un rosado con
certificación orgánica casi desconocido en el mercado local -se exporta la
mayoría-, elaborado por una pequeña bodega del dpto. San Martín (Mendoza). No
posee mención varietal en la etiqueta, pero por sus características
organolépticas podría inferir que está elaborado con uvas Malbec. Un vino
directo y simple; de color cereza brillante, con nítidos aromas frutados y algo
herbáceos. En la boca tiene una entrada amable, cuerpo medio, sensación frutal intensa,
correcta acidez y buena persistencia ¡Un vino bien natural, en un precio muy
lógico!
Buenalma
Malbec Rosé 2011 ($75): Este rosado es el primero en
nuestro país con certificación biodinámica -una forma de cultivo sustentable
que además rige sus labores por los ciclos de la naturaleza-, y está elaborado en
la Finca Dinamia (San Rafael). Esta finca es el proyecto personal de Alejandro
Bianchi -descendiente de una tradicional familia bodeguera del sur mendocino-
para elaborar vinos orgánicos y naturales. El vino el cuestión seduce con una
tonalidad rosada radiante, límpida y vivaz. En la nariz los aromas son de
frutas frescas (frutillas, frambuesas); dando paso a una boca ligera, fresca y
muy disfrutable ¡Un rosado algo caro, pero que representa una buena
introducción a los vinos de producción biodinámica!
Noble
de San Javier Malbec 2012 ($40): Reconozco tener una gran
predilección por los vinos de esta bodega cordobesa, elaborados con mucho
esfuerzo y pasión por la familia de Nicolás Jascalevich. Desde el comienzo estos
vinos han sido elaborados en pequeña escala, con máxima consideración por el
entorno natural e ínfima intrusión enológica. Este año me sorprendieron
gratamente con este tinto joven absolutamente “desnudo” pero exquisito. Un
malbec de Traslasierra que no necesita de ningún “maquillaje” para destacarse y
cautivar. Fue fermentado solo con levaduras silvestres en tanques de acero
inoxidable. Posee nítidos aromas frutales (ciruelas, moras) y toques herbáceos;
que se abren a una boca sabrosa, plena, de gran balance y frescura sostenida. Cada
vez que lo pruebo me da la impresión de estar comiendo la uva en estado puro,
sin artificios ni retoques. Una experiencia diferente -a un precio moderado al
que todos pueden acceder- que realmente vale la pena. ¡Un vino natural que
juega de local!
Familia
Cecchín Carignan 2008 ($50): Alberto Cecchín es un viticultor mendocino, tercera generación de
una familia que se ha dedicado a las labores agrícolas desde hace casi un
siglo. Elabora vinos orgánicos en su pequeña finca y bodega de Russel (Maipú). Es
el único bodeguero nacional que pertenece a la asociación de origen
francés “AAA” -Agricultores, Artesanos y
Artistas-; un grupo que nuclea a los viñateros que elaboran sus vinos de manera
absolutamente natural y con superlativo respeto por la naturaleza. De todos sus
productos, este es el que más me gusta por su singularidad. Un tinto elaborado
con la cepa Carignan -originaria del Ródano y muy utilizado en Chile, pero casi
desconocida en nuestro medio-. Muestra aromas de gran sutileza y complejidad -a
pesar de no haber recibido crianza en madera-, que se mueven entre lo especiado
y las frutas pasas, más algunos dejos minerales/terrosos muy agradables. En la
boca es bien fluido y suelto, de paso
franco, repite sensaciones frutales, con taninos apaciguados y considerable
persistencia. ¡Rareza absoluta, que no se puede dejar de probar!
Dieter
Meier Puro Cabernet Sauvignon 2011 ($75): Dieter Meier es
un polifacético artista y músico de origen suizo, quien entre un sinfín de
actividades y proyectos por todo el mundo, tiene en Mendoza la Finca “Ojo de Vino”.
Allí se producen vinos con certificación orgánica, que se exportan en su gran
mayoría (95%). Desde el año pasado, una pequeña fracción de lo producido en
este emprendimiento también se comercializan en el país. Este Cabernet
Sauvignon es joven y bastante liviano -para lo que uno espera del cepaje-. La
primera nariz nos trae agradables aromas de frutas negras maduras, que luego se
van abriendo a trazos especiados y algo de cuero. La boca es ágil, sabrosa, con
taninos bastante suaves -a pesar de su juventud- y moderada persistencia. ¡Un tinto
para ávidos buscadores de novedades!
Paradigma
2009 ($146): Este es uno de los grandes tintos
argentinos, elaborado por las manos sabias de un “prócer” de la enología
nacional como es Don Ángel Mendoza. Este producto se vinifica en la pequeña
bodega familiar “Domaine St. Diego” (Lunlunta, Mendoza) con un assamblage de las
mejores uvas Malbec, Cabernet Franc y Cabernet Sauvignon. Es otro tinto que no
ha tenido ningún contacto con roble, y sin embargo es sumamente voluminoso,
complejo y muy longevo. Este vino seduce desde el color, violáceo vivaz y
profundo. Los aromas ofrecen una intensa paleta de tonos balsámicos, especiados
y frutales confitados. Tiene una boca pletórica de sabores, donde vuelve a
aparecer la confitura de frutas; ofrece una acidez firme y refrescante, taninos
sosegados, excelente balance y una persistencia casi eterna. Una botella para
tomar ya o guardar sin problemas un par de años más. ¡Soberbio exponente de la
vitivinicultura nacional, que demuestra que la madera no siempre es necesaria
para hacer grandes vinos!
¿Y a ustedes, los
tientan los vinos naturales?¿Conocen algún otro para agregar a la lista?
Si quieren leer otra opinión sobre estos vinos, aquí una nota del bloguero Fabián Mitidieri.
**Esta nota fue publicada originalmente en la web cordobesa de Circuito Gastronómico**
**Esta nota fue publicada originalmente en la web cordobesa de Circuito Gastronómico**