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“La
cerveza es la prueba de que Dios quiere que seamos felices” (Benjamín Franklin)
Según descubrimientos
arqueológicos recientes, la humanidad disfruta de la cerveza hace más de 6000
años. Desde su origen rustico y campesino en Egipto y Mesopotamia hasta las
modernas mega-cervecerías industrializadas, millones de litros de este precioso
líquido dorado han refrescado -e incluso alimentado- a los pueblos de todo el
mundo.
La cerveza es
una bebida compleja, pero que se elabora con ingredientes muy sencillos. Basta
contar con un cereal (usualmente cebada, pero puede ser trigo, arroz, mijo, etc.),
agua pura, lúpulo (planta trepadora de climas fríos, cuyas flores aportan aroma,
sabor y amargor a producto final) y levaduras.
A nivel industrial también se
utilizan “adjuntos” (otros productos fermentecibles), gas carbónico y
conservantes; estos agregados ayudan a una mejor conservación pero bajan notablemente la calidad de la cerveza.
En líneas
generales, los procesos de elaboración de esta bebida son siempre muy similares.
Sin embargo, combinando de diferentes maneras los cuatro ingredientes básicos
se pueden obtener decenas de estilos de cervezas diferentes. Así por ejemplo,
para una cerveza de color claro los cereales utilizados se secan a temperaturas
bajas, mientras que para una cerveza de color oscuro se tuestan con una
temperatura muy elevada, caramelizando sus azúcares para brindar un color
intenso y sabores golosos.
Para un bebedor
ocasional es probable que la variedad de cervezas se agote en “rubia”, “roja” o
“negra”. Sin dudas que es una categorización demasiado simplista, pues dentro
de cada “color” hay enorme cantidad de variantes.
Así, dentro de
las cervezas “rubias” podemos hablar de las “pilsen” (livianas en alcohol, bien
gasificadas y de amargor moderado), las “golden ale” (doradas, de cuerpo medio
y marcado sabor a cereales) e incluso las “hefeweizen” (hechas con trigo, bastante
turbias, ácidas y de gran refrescancia). Entre las
cervezas “rojas” podemos sugerir las “kölsch” (ligeras, afrutadas y levemente
amargas), las “scottish red ale” (de cuerpo medio, apenas tostadas y dulzonas)
e incluso las “IPA” (muy potentes, florales y de amargor intenso). Finalmente,
entre las “negras” podemos mencionar las “stout” (oscuras, cremosas y secas),
las “porter” (frescas, de alcohol moderado y levemente acarameladas) e incluso
las “bock” (espesas, torradas y bastante dulces). Obviamente la
lista anterior no es exhaustiva, pero pretende mostrar la multiplicidad de
productos que existen para los amantes de esta milenaria bebida.
Desafortunadamente,
la industria local está concentrada en elaborar solamente el estilo “Pilsen”,
representando más del 95% del mercado doméstico. Quienes deseen investigar un poco
más en otras variedades deberán acercarse a las cervezas semi-industriales (Ej:
Otro Mundo, Antares, Berlina ó Peñón de Águila), las artesanales (Ej: Blaubier,
Boj, El Búho) o también a las importadas (que por suerte están entrando
nuevamente al país).
¡Anímense a probar otras marcas y estilos! ¡Les aseguro que su paladar no dejará de sorprenderse con la enorme diversidad disponible!
*** Esta nota fue publicada originalmente en la web amiga de Circuito Gastronómico ***